miércoles, 21 de marzo de 2012

mi primera vez


Aún saboreando su asadito dominguero, cuando al hombre, la mente se le retrotrajo a la infancia. Cada tanto esos recuerdos volvían a él, mostrándole la imagen de su ingreso a aquella casa, a la edad de siete años. “La casa....” cuyo nombre, no vale la pena recordar, era en realidad una serie de casas grandes con muchas ventanas, separadas una de las otras.
Ese día llovía, era la hora de la merienda, el lugar lo asustaba, lo intrigaba, era todo nuevo para él, quien por más que se esforzaba no lograba entender porque estaba allí, sus ojos solo veían el pasto, los árboles.... buscaba afanosamente la figura de su padre. Angustiado, comenzaba a extrañarlo. ¿Por qué no estaba ahí? A que hora vendría? “No creo que venga, alguien murmuró. Y así fue, pues tardó nueve años en volver a verlo.
El lugar parecía misterioso, pero no era feo. Lo llevaron a una de esas casas, llenas de chicos de su misma edad. Podré jugar aquí? Se preguntaba en silencio. Por la noche, lo hicieron desvestir, doblar su ropa y llevarla a otro cuarto llamado ropería, en calzoncillos y camiseta, frente a las escaleras, y en el frío de la noche, debió alinearse, en una de las tres filas en que formaban el resto de sus compañeros. Así semidesnudos, subieron a los dormitorios.
“Esa es tu cama, podes acostarte!” Su cama estaba justo bajo la ventana, lloró casi toda la noche, el desconcierto, una cama distinta, el frío.....todo aquello que un niño de siete años no comprende, perturbó su sueño y lo mantuvo despierto hasta escuchar una voz desconocida gritando:
“ Arribaaaa!” Ese vozarrón era otra de las razones de sus resquemores.
Dos días después de haber ingresado a ese lugar, su vecino de dormitorio, se orinó en la cama y como pagando derecho de piso, fue obligado a ayudarlo a llevar el colchón mojado hasta la cancha de futbol para que el sol lo secara, colchón de una plaza de lana, pesado, muy pesado para que dos criaturitas pudieran transportarlo fácilmente.
Por qué tenía que hacerlo él, si el que se había meado era el otro? Pero claro, no estaba en condiciones de cuestionar a nadie. Así fue como a duras penas, lograron dejar el colchón en la cancha grande, esa, que tenía una pista de atletismo alrededor y donde todos los años se hacían competencias con otros institutos La primavera estaba cerca, las mariposas atravesaban la cancha y el sol había hecho su obra sobre el orín del colchón, era el momento de regresarlo al dormitorio.
Levantó una de las puntas del colchón y se arrodilló por debajo, su compañero hizo lo mismo;
“Contemos hasta tres, dijo” Uno, dos yyyy treeeess, increíble, pero ambos se pararon portando la carga pesada. Él estaba de frente, mirando hacia donde irían, su compañero empujó hacia adelante, el colchón aplastaba sus cabezas y al suelo los dos con esa mole encima, así, dos veces más. Entre risas se pusieron nuevamente en pie y el de atrás volvió a empujar hacia adelante, en la tercera se tomó revancha y fue él quien empujó hacia atrás. Volviendo ambos a caer. En esa oportunidad, él quedó boca arriba, absorbiendo todo ese perfume, que no era primaveral precisamente, se divirtieron muchos, solos dejando caer ese colchón oloroso sobre ellos, hasta que se cansaron, no se podía ser más feliz, pensó por un instante. “Bueno, vamos!” arengó su compañero y retomaron la tarea de llevar el colchón hasta el dormitorio... Sentir miedo, paraliza y eso le sucedió cuando vio apoyado sobre una baranda de la galería que rodeaba a la casa hogar, al jefe. Apellidado Miano, él y su esposa, cuyo nombre olvidó, pues fue su maldad lo que mas perduró en su memoria, estaban a cargo de los 70 a 100 chicos que Vivian en la casa C......
Miano los miró y dijo! QUE BONITO…!! Solo eso, siguieron caminando, él, ya no estaba feliz… aunque en un salón tenían una tele en blanco y negro y unos bancos largos como los de la iglesia y allí miraba a Los Tres Chiflados, Bonanza, El Hombre del rifle, Los Invasores, El Fugitivo, El Gran Chaparral, Furia, Flipper, Combate, El Llanero Solitario y su héroe favorito, EL ZORRO. Pero no estaba feliz......sabía que a la noche, otra vez se repetiría el ritual de formar fila en calzoncillos y camiseta y llorar en la cama bajo la ventana, que mostraba las estrellas, que otros disfrutaban en libertad!